miércoles, enero 28, 2015

Después de un año lloré y escribí (3)



Después de un año lloré al recordar sus muertes. Tal vez porque estaba sensible. Tal vez porque las extrañaba. Y entonces recordé que había prometido hacer una crónica de todo lo que me había sucedido, pero no se imaginan lo fuerte que tiene que ser una… y lo clara que tiene que tener la cabeza para poder elegir las palabras correctas que transmitan esos sentimientos.

Por eso lloré y escribí. Porque me sentí fuerte. Y porque tenía que crear el recuerdo tanto de Leanne como de Luna. Era hora de remover el pasado.

La misa de Lunita estuvo llena de globos con forma de estrella y personas vestidas de blanco. Ella estaba en el centro. Esta vez yo ya sabía que no lloraría para que la sacáramos de ahí, así que no se lo pedí.

Ojalá pudiera recordar con exactitud las palabras que el Padre de Luna dijo frente a todos, puesto que fueron hermosas. Mencionó que ya sabían que el tiempo que tendrían que pasar con Lunita sería corto, debido a su condición, pero que nunca imaginaron que fuera a ser tan poco…

Recuerdo que comencé a llorar de nuevo con solo escucharlo. Incluso, desde donde me encontraba, alcanzaba a escuchar el llanto de Lili.

Salimos después de eso. La despedida de Luna fue muy diferente a la de Leanne. Mi sobrina simplemente desapareció tras una carroza. En cambio, a Lunita le cantamos una porra antes de que todos soltaran los globos de gas y las estrellas subieran al cielo. También algunas palomas blancas volaron a nuestro alrededor.

Y entonces subieron el féretro de Lunita a la larga carroza. Esa fue la última vez que la vi.

Mis amigas se abrazaron pero yo no. Yo solo estaba de pie, con los brazos cruzados y llorando de la misma forma que lloro cuando intento aparentar que soy fuerte: en silencio.










Leanne y Lunita vivieron muy poco. Se perdieron de muchas cosas de este mundo, tanto buenas como malas. Pero nunca les faltó amor a ninguna de las dos. Se cree, según mi religión, que eran tan puras e inocentes que se ganaron un pase directo al cielo porque ni siquiera tenían la capacidad de pecar.


Entonces tal vez no murieron dos bebés, tal vez nacieron dos ángeles.

Tal vez hoy son amigas y se la pasan haciendo travesuras allá arriba… 









martes, enero 27, 2015

Después de un año lloré... lloré de nuevo por sus muertes (2)

Busqué a mi primo con la mirada y me acerqué a él. No recuerdo si pude pronunciar algo, pero recuerdo que lo abracé. Y le sonreí.

            – Con todo lo que pasó, olvidé tu cumpleaños – me dijo apenado
            – No seas tonto – le dije – eso no importa ahora.

Pero si me importaba, y mucho. Ese no había sido mi mejor regalo.

Las cosas continuaron tensas durante algún tiempo. Leanne se volvió un tema delicado de tocar. Incluso hoy, después de casi año y medio de lo sucedido, el tema no está bien superado. Pero me pregunto ¿Esas cosas en verdad pueden superarse algún día?

Andrei es el hermano mayor de Leanne. Siento que fue él quien le dio la fuerza suficiente a mi primo para seguir. Es un niño, tiene 4 años. En realidad nunca supe si alguna vez llegó a comprender la muerte de su hermana, ni me atrevo a preguntar. Decidieron que mi sobrino no estuviera presente en el funeral, yo creo que por miedo. Cómo sea, Andrei está bien. Se convirtió en el niño mejor cuidado del mundo después de lo sucedido.

Pero entonces, logré que Leanne volviera a nacer.

En esos tiempos, yo me encontraba escribiendo los principios de Sunset 3. Decidí que como Sam había tenido una hija, Ariel tendría un niño. Pero entonces Cristal tuvo gemelos y yo tenía en mi historia a la niña que nos habían arrebatado en la vida real. Leanne, la llamé. Todo para mantenerla viva.

Veinticuatro días después de que Leanne muriera, nació otra bebé. Luna, le pusieron.

Mentiría si dijera que al principio no sentí envidia. Mientras nosotros estábamos viviendo un luto, otra familia estaba festejando el nacimiento de su nueva integrante. Luna, la pequeña sobrina de una de mis mejores amigas.

La conocí pocos meses después. La pequeña actriz nos ayudó saliendo en un video que presentamos para la escuela. Recuerdo que era inevitable convivir con ella y no quererla.
Al mismo tiempo conocí a Lili, la mamá de Luna. Desde el principio fue muy amigable con nosotras, por lo que me cayó bien. Era alegre y abierta, podías saberlo porque acabándonos de conocer ya nos estaba mostrando el video de su parto.

Después de un largo trabajo de parto, vimos a Lunita nacer. El doctor la tomó entre sus brazos y la miró, con gesto preocupado. Se la llevó hasta otro lugar para limpiarla y la cámara lo siguió. Siguió examinándola un rato, tomándole la cabeza. Después volvió a la habitación donde estaba Lili.

Creo que así fue como se enteraron que Luna nació con síndrome de down.

Marifer, mi amiga, ya nos había contado que Lili estaba muy afectada por eso, por lo que nadie tocó el tema. En realidad fue duro para toda la familia, pero Lunita era su adoración. Yo fui testigo de cuanto la amaban.

Lunita era aún más pequeña que Leanne, pero tenía unos ojos enormes y bonitos. Era una niña risueña y coqueta. Su sonrisita es simplemente algo que no puedes olvidar.

Tuvieron que hacerle varios estudios. Resulta que la tercera parte de quienes nacen con síndrome down tienen problemas cardiacos. Y Lunita estaba entre ellos, tenía una abertura en su pequeño corazón que, según tengo entendido, fue creciendo.

Retrasaron la operación a corazón abierto lo más que pudieron, sobretodo porque ella estaba aún muy chiquita y delgada. Pero llegó un momento en el que no hacer la cirugía se volvió tan peligroso como hacerla, y Lunita entró al quirófano casi ocho meses después de haber nacido.

Fue una operación demasiado larga. Estoy hablando de más de 7 horas. Luna era fuerte y lo demostró durante todo ese tiempo, pero al final… no pudo.

Esa misma noche me encontraba en el segundo velorio de una bebé. Y no tenía idea alguna de cómo sentirme al respecto. “¿Es en serio?” pensé ante la loca idea de que Dios escuchaba mis pensamientos “¿A las dos? ¿Tenías que llevarte a las dos?”

Lunita amaba los globos de gas en forma de estrella, por lo que ésa noche todos llevábamos uno en lugar de flores. Pensé que a Leanne le hubiera gustado algo así, los globos le daban vida al lugar, estaban por todas partes, a donde quiera que voltearas.

Esa vez no me impactó el tamaño del pequeño féretro. Yo ya sabía lo que venía. Ya no era la misma Jessica del año pasado, ya no caminaba con la cola entre las patas pensando “no quiero verla, no quiero que ése sea mi último recuerdo”.

No. Quería verla por última vez. Quería despedirme de ella frente a frente. 

Ver a Leanne me causó dolor. Ver a Lunita me trajo paz. Estaba hermosa con los labios coloreados y su vestido impecable. Era imposible que estuviera muerta. Solo era un ángel durmiendo.

Marifer aún no llegaba, pero ahí estaban su papá y su hermana. Me acerqué primero a ella y nos abrazó con fuerza “Se nos fue” pronunció entre su llanto.

Hay momentos en la vida en los que tienes que consolar a una persona y tu mente está en blanco. Y es horrible no saber qué decir. “¿Verdad que está muy bonita?” preguntó “Yo la vestí”

Creo que fue ese el momento en el que me solté a llorar.

Intenté secarme un poco las lágrimas antes de acercarme a su padre, un hombre al que estimo mucho “Lo siento mucho” murmuré y le di un abrazo “ahora ella los está cuidando a ustedes”. Él solo me lo agradeció al devolverme el abrazo.

Marifer llegó un poco después de eso. Verla, fue como verme a mí misma. Fue recordar el estado de shock en el que estaba sumida antes de ver a Leanne. Cuando la abrazamos se altero un poco “¿Lunita está ahí?” preguntó. Mi amiga Fer asintió con la cabeza “¿Qué hago?”.

Ninguna de nosotras respondió. Yo no podía dejar de ver a mi amiga. Y no podía decirle nada. Sabía exactamente como se sentía y no encontraba las palabras adecuadas, porque en realidad no hay palabras para consolar una perdida como esa. Yo había pasado por eso tan solo unos meses antes que ella, y la verdad nunca se lo hubiera deseado a nadie.

Marifer terminó por acercarse a Luna, abrazada a su hermana y su mamá. La miró atentamente y fue ese el momento en el que decidí darle privacidad. Cuando volvió a acercarse a nosotros preguntó: “Le cocieron su boquita ¿verdad?”

Una vez más no supe que responder.


No sé cuánto tiempo transcurrió después de eso, pero recuerdo que sentí como si se detuviera cuando vi entrar a Lili. Iba abrazada de su esposo, el hermano mayor de Marifer, y en cuánto entró a la estancia se detuvo y sollozó en voz alta.

Estoy casi segura de que todos nos congelamos, a todos se nos heló la sangre y se nos llenaron los ojos de lágrimas. Lili empezó a pronunciar la palabra “no” e intentó quedarse donde estaba, pero poco a poco su esposo la fue acercando a Lunita, sin dejar de abrazarla.

Puedo asegurar que el llanto de Lili es el más doloroso que he escuchado hasta hoy. Escucharla gritar “mi hija” me partió completamente en dos. Ver desecha a esa mujer alegre que yo había conocido movió algo muy dentro de mí…



Algo que intentó sofocarme al comprender que jamás volvería a ver esos bonitos ojos obscuros. 




lunes, enero 26, 2015

Después de un año lloré... lloré de nuevo por su muerte (1)

 Creo que eran los cables, aquellos que estaban conectados a su pequeño cuerpo, lo que la mantenían con vida. La bebé se llamaba Leanne y acababa de nacer hace menos de tres meses. Aún estaba muy pequeña como para luchar por su vida ella sola.

De todas maneras Leanne era fuerte, resistió hasta que los doctores supieron que era lo que tenía. Pero el neumococo terminó consumiéndola aquel 26 de noviembre del 2011. La sala de espera ya no tenía nada más que esperar.

El velorio se llevó a cabo a la mañana siguiente. Algunos estaban vestidos de negro porque estaban de luto, otros habían elegido el blanco porque ahora ella era un ángel. Yo me puse gris por el simple hecho de ser neutral.

Había un cuarto amplio, y otro más pequeño donde estaba ella. Yo no pude acercarme a verla. Nunca había podido. Era de las personas que pensaban: "no quiero que mi último recuerdo de ella, sea ése". Por esa razón, decidí sentarme de espaldas a Leanne.

Los padres estaban ahí, y estaban desechos. Me preocupaba por ellos. Sobre todo por él. El padre de Leanne era mi primo. Y verlo destrozado nos destrozaba a todos.

No sé cuánto tiempo pasó. Yo seguía sentada en una silla, mirando hacia el frente. Tenía los ojos húmedos, pero no estaba llorando. Algunas personas se me acercaron y me dijeron palabras que hoy ni siquiera recuerdo. Yo solo asentía con la cabeza: "si" "gracias" "lo sé" eran siempre mis respuestas.

Todos se pusieron de pie para rezar el rosario. Era uno de mis primos quién lo dirigía. Me puse de pie yo también y quedé frente a él, por lo que su cuerpo cubría a Leanne. Rezamos prácticamente en murmullos. Repetí tantas veces la frase "Ruega por ELLA y por nosotros los pecadores" que cuando rezo, inconscientemente todavía lo digo de esta manera. Después nos hincamos para acabar con el rosario. Cometí un grave error después de eso: me puse de pie antes que mi primo.

La respiración se me cortó. Ahí estaba el féretro más pequeño que jamás había visto. Leanne estaba recostada en el, con los ojos cerrados y su nariz morada; después me enteré de que la tenía así porque las sondas se la habían lastimado. Pero no fue eso lo que me partió en dos... No.

Estaba vestida con un mameluco morado con líneas horizontales blancas. Además tenía un gorrito que hacia juego con el atuendo, lo sabía porque yo lo había escogido para ella. Se lo regalé cuando nació.

Mi primo se puso de pie en ese momento y volvió a cubrirla, pero era demasiado tarde, yo había visto suficiente. Me dejé caer en la silla y comencé a llorar silenciosamente; con los ojos muy abiertos y unas lágrimas cayendo unas tras otras sin poder parar. Eso había sido demasiado cruel, jamás se lo había visto puesto hasta ese momento. Que bonito se le veía.

Una de mis primas se acercó y me abrazó, pidiéndome que dejara de llorar, que teníamos que ser fuertes. Pero yo no podía ser fuerte. No con lo que acababa de ver.
No había comido nada, pero en ese momento acepté un chocolate caliente que me ofreció mi papá, una bebida que sin duda me tranquilizó. Me senté con mi familia y me di cuenta que el ambiente de la sala grande era distinto al de la pequeña. Mi tío Paco estaba ahí, hablando de cosas graciosas. Creo que reí un poco al escucharlo.

Pero toda la tranquilidad se esfumó cuando dos personas se acercaron para empujar el féretro hasta la salida. Leanne pasó frente a mis ojos y el dolor volvió.

No recuerdo el camino del velorio a la Iglesia. No recuerdo que sentí, o que pensé, o como caminé. Sólo recuerdo ese momento en el que ya estaba a mi lugar y Leanne caminaba por el centro, sobre la alfombra. Tomada de la mano de su papá y de su mamá. Los dos llorando.

Leanne se quedó en el centro, dentro de su cajita de madera. Y comenzó la misa que las familias católicas acostumbramos hacer para las personas que perdemos. Recuerdo las palabras del padre, convirtiéndose en aliento. Recuerdo que comencé a llorar de nuevo de la misma manera: silenciosamente.

Leanne está muerta, comprendí en ese momento. Esta muerta, pero sigue aquí. Aún está con nosotros. Ella no se iría mientras su cuerpo siguiera ahí, en frente. Mientras todavía pudiéramos verla. Y entonces entendí lo mucho que podías llegar a aferrarte a un cuerpo.

"Grita, llora" pensé "por favor, antes de que sea demasiado tarde"
Pedí el milagro que volviera a la vida. De qué llorara con todas sus fuerzas para que la sacáramos de ahí y nos diéramos cuenta de que todo había sido un error. Pero el féretro se quedó en silencio. Leanne estaba muerta, y nunca volveríamos a verla.

También recuerdo que ése día estaba haciendo un frío espantoso que parecía producido por nuestra propia imaginación. Recuerdo que apenas podía caminar. Recuerdo que mi primo abrazaba un pequeño calcetín entre sus manos. Recuerdo como se llevaron su cuerpo. Ya no había marcha atrás.

Nunca, a pesar de todo el tiempo que ha pasado, he podido comprender como alguien que apenas comenzaba a vivir, murió. Como alguien tan pequeña y tan indefensa simplemente nos dejó. Como pudo existir un ataúd tan pequeñito... Y como pudimos soportarlo.

Al día siguiente era Lunes. Nos reunimos una vez más en la misma iglesia, sólo que esta vez el cuerpo de Leanne había desaparecido, en su lugar estaba una cajita que contenía sus cenizas. Hubo una misa en la que no lloré. Estaba cansada de llorar. Incluso creí que ya no tenía más lágrimas para dar, pero me equivoqué.

Al final de la misa pasamos a donde estaban las criptas. Había una abierta que era donde ella se quedaría. En ese momento mi primo se derrumbó. Él sabía que tenía que dejarla ahí, y comenzó a llorar como nunca lo había visto.

Me di media vuelta y cerré los ojos. Eso no podía verlo.

Salí y bajo la noche me sequé las lágrimas que se habían escapado. Todos comenzaron a salir poco a poco. Hubo abrazos y pésames. Busqué a mi primo con la mirada y me acerqué a él. No recuerdo si pude pronunciar algo, pero recuerdo que lo abracé. Y le sonreí.

            Feliz Cumpleaños me dijo apenado



Un 26 de noviembre había nacido yo. Un 26 de noviembre había muerto Leanne. 



sábado, enero 03, 2015

Primero de enero

Pero del 2015. Si, eso significa que nos conocimos hace cuatro años aproximadamente y aún sigo pensando en ti. Pero las cosas ya no son iguales porque yo ya no soy la misma niña que moriría esperándote. Te leí en mi viejo diario y te recordé, tanto las cosas buenas como las malas y me di cuenta que desde un principio fuimos complicados e imperfectos. Tú y yo nunca embonamos, fuimos dos piezas de rompecabezas distintas e inmaduras que solo se maltrataron la una a la otra al intentar juntarse cuando era imposible.

Y aún así, una vez que nos separamos, cada tanto volvíamos como imanes para seguir haciéndonos daño, porque se sentía bien. Porque tú y yo no éramos tan fáciles como respirar pero el dolor nos hacía sentir vivos y eso, cariño, también es querer. De una manera enfermiza y dañina, pero es querer a fin de cuentas.



Y sé que yo te quise de verdad, como nunca había querido antes. Y sé también que siempre te querré, pero leer todo eso me hizo comprender que todas las veces que nos hemos vuelto a buscar han sido innecesarias. No vale la pena. Te quiero, pero no te quiero conmigo. Eres ese amor destinado a perder siempre y yo, querido mío, ya estoy muy cansada de perder. 




Lee "Sunset"