El sol no sabe llorar. Tampoco se
ríe conmigo. Figura de amor en su apogeo de soledad. Pero se le necesita. Los
dos pequeños capullos que se quieren abrir lo buscan. Necesitan de su calor
para gozar el frío. La deslumbrante rosa roja se deshoja en su consumo sin
embargo, se muestra firme hasta en el azul invierno, junto a su compañero. Él,
aunque lejos, le manda besos desde el cielo, a veces al salir y antes de
esconderse. Qué locura, amor sincero.
Su primera creación el girasol
negro ha sido, a veces plaga en sus otros botones. Conforme su tallo crece, se
cierra al sol. Cree que no lo necesita. Se muda a la sombra de su amor. Baila
en el sentido contrario a las agujas del reloj. Madura o no, la flor rechaza el
calor. Se cierra en el día y se abre en la noche, mostrando así su rebeldía. Lo
lamentará mañana. Todos saben que el Sol se despedirá sin previo aviso, y el
primero en extrañar el amarillo calor, el girasol negro será.
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