jueves, julio 24, 2014

No.


No
No
No

Que tienen la ENE y la O, que cuando las pronuncias juntas me despierto.
No es el sonido, ni la voz.
Tampoco el cabello tieso y sin forma.
Ni chino ni lacio. Ni largo, para colmo.
Tampoco son los ojos, de un café tan común que podría encontrarlos en cualquier dulcería con olor a chocolate.
Ni es la altura. Ni la barba.
Es cuando me niegas todo lo que quiero que te quiero.
Es cuando me desafías, y me demuestras que no todos los hombres son manejables. Que no todo lo que quiero lo puedo obtener.
Que no todo está a mis pies.
Me dices no, sonriendo, y mi piso tiembla.
Porque no logro sacarte ni un dulce si.
Es como si supieras que al momento de pronunciarlo este juego se acaba.
Yo gano. Tú pierdes.
Por eso sigue siendo NO.



Y me enfureces. Me gustas.
Y te odio. Te quiero.

 

 

domingo, julio 20, 2014

Aprendiendo a manejar



El aire, el calor, la calle y mis nervios. Todo parecía absolutamente real menos él, pero su mano en mi muñeca sí que se sintió real. Aunque fuera tan sólo por un segundo que utilizó para regañarme, ese ligero toque me demostró que me estaba poniendo atención... Y sonreí al recordar lo mucho que a mí me gusta mirarlo cuando él maneja.

 

Me está mirando, comprendí, atento a lo que hago o dejo de hacer, y entonces el aire caliente, la calle y mis nervios son más grandes que yo y él pequeño volante del chevy que me lleva a no sé donde, pero con él. Y quisiera que este volante no sólo manejara al carro sino también nuestras vidas, y que cuando me equivoque él me corrija suavemente y se ría cuando las cosas no tienen más remedio. Porque yo sonreiría con su risa y continuaría manejando para solucionar mis errores y hacerlo cada vez mejor. Y en esos pequeños momentos en los que una enorme subida se aproxima y a mí me venza el miedo, él tome el volante y me enseñe como subir para que ambos podamos llegar a la cima, ilesos.

 

Y no sé sí reír o llorar cuando yo tomo ese volante sola y su asiento está vacío, porque me duele el hecho de no verlo conmigo, pero sonrío como una tonta cuando hago algo mal y escucho en mi mente su voz regañándome, o cuando hago al bien porque él me enseñó cómo hacerlo. Y es que él es como una inyección de felicidad para mi cuerpo y mi mente que sólo quiero disfrutar mientras dure su efecto... o hasta que el chevy se quede sin gasolina.

 

 
 

 

Lee "Sunset"