lunes, diciembre 30, 2013

Nunca lo sabrá



Cuando va manejando, me gusta ir a su lado. Sobre todo porque puedo adueñarme del auxiliar que está conectado a su estéreo y conectar mi Iphone para poner música. A veces, me dedico a exasperarlo poniendo una canción que a mí me gusta mucho pero que él detesta. Entonces me mira como si yo no tuviera remedio, reprime una sonrisa y mueve la cabeza negativamente mientras yo bailo, o hago el intento, en el asiento del copiloto. Cuando no tengo ganas de molestarlo, pongo de esas canciones que se que le encantan y que yo, por tanto escucharlas, también me he aprendido. Entonces vamos los dos cantando a todo pulmón sin importar que la gente nos mire raro.

 

Ese día estábamos más emocionados que de costumbre. Él sabía ocultarlo muy bien, pero yo me sentía como una niña de 5 años en plena Navidad. Habíamos hecho planes con nuestros otros amigos y nos dirigíamos al bosque para acampar. Aquella prometía ser una noche estupenda. Por eso, ninguno de nosotros sospechó que algo podría salir mal.

 

Hay una serie de reglas a seguir cada vez que me subo a su coche. Una de ellas, es no poner la canción prohibida, pero como ya le había dado gusto con las primeras pensé que no habría problema si la ponía un rato. Él no se enojó en serio, pero en medio de un intento por molestarme, volteó hacia su estéreo e intentó cambiar de canción mientras me regañaba y me recordaba las reglas. Yo me reí, pero aquella risita tonta se cortó de golpe cuando miré al frente y me percaté de que el puente por el que íbamos se había curveado de repente. 

 

Grité su nombre con tanto miedo que inmediatamente dejó el estéreo y miró hacia el frente, aunque, de todas formas, no alcanzó a reaccionar. El coche atravesó el barandal blanco y cayó en picada. Recuerdo que mientras gritaba intenté aferrarme con las uñas de lo que fuera pero, cuando impactó contra el suelo, mi cuerpo se fue hacia adelante y mi frente se estrelló en contra del parabrisas.

 

A pesar del aturdimiento que aquello ocasionó, aún así pude sentir como la sangre empapó rápidamente mi mejilla. Apreté los ojos con fuerza mientras el carro, después de caer de cabeza, comenzaba a rodar sin detenerse hasta estrellarse con una pared de concreto. Quedamos ladeados. Hubo varios minutos de silencio, de conmoción, hasta que escuché su voz y me calmé por el simple hecho de que siguiera vivo.

 

Dijo mi nombre, una y otra vez. Al ver que no le contestaba, colocó su mano en mi hombro y me sacudió un poco. Mi cabeza cayó sobre mi hombro, inerte.  No pude volver a abrir los ojos o la boca. No pude responderle ni mirarlo por última vez. Gritó mi nombre, con una desesperación que nunca había sido común en él. Pero no podía hacer nada. Yo ya no podía volver. Sabía que estaba muerta y me quemaba de rabia escuchar cómo me seguía llamando sin obtener ninguna respuesta…

 

Y yo… yo nunca le dije cuanto lo quería. Nunca supo lo mucho que estaba enamorada de él, de sus ojos cafés, de sus tontas reglas y de las canciones que cantábamos juntos.

 

Y ahora… nunca lo sabrá.

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¿Qué estás pensando?

Lee "Sunset"