Antes incluso de que abriera los ojos ya sabía que ella se había ido. De hecho, aún cuando le estaba haciendo el amor sabía que se marcharía. Lo supo cuando ella abrió la boca y soltó un gemido que sonaba a rendición junto con un beso que sabía a despedida. Pero no dijo adiós, solo dejó un ligero rastro de perfume entre las sábanas, más el corazón roto que no se quiso llevar por miedo a quererlo.
viernes, septiembre 13, 2013
Huída
Antes incluso de que abriera los ojos ya sabía que ella se había ido. De hecho, aún cuando le estaba haciendo el amor sabía que se marcharía. Lo supo cuando ella abrió la boca y soltó un gemido que sonaba a rendición junto con un beso que sabía a despedida. Pero no dijo adiós, solo dejó un ligero rastro de perfume entre las sábanas, más el corazón roto que no se quiso llevar por miedo a quererlo.
sábado, septiembre 07, 2013
Día número 540.
Ha pasado tiempo desde que no te veo. No sé dónde
estás, pero he procurado no moverme de mi sitio mientras te espero. Estoy
cansada de estar encerrada en este lugar y tener que pasar días enteros sin ti,
pero sé que cuando te vea todo valdrá la pena. Estoy acurrucada en una esquina.
Mis muñecas me duelen, la última vez que viniste las ataste tan fuerte que la
rasposa cuerda poco a poco abrió mi piel, haciendo que sangrara. Procuro no
moverme para no hacerles más daño. Espero que llegues pronto, las ataduras
también lastimaron mis tobillos, aunque hace días que dejé de prestarles
atención. Te alegrará saber que por fin me acostumbré al frío, un poco tarde,
lo sé, puesto que el invierno está a punto de finalizar otra vez. He notado que
cada día respiro más profundo, pero solo siento el aire cuando un breve suspiro
se escapa de mis labios, clamando tu presencia. No me estoy quejando, sé que no
has tenido tiempo de venir a sanarme y lo comprendo. Te espero. No me estoy
volviendo loca, me repito una y otra vez.
Cierro los ojos y comienzo a pensar en ti, es la
única forma de hacer que el tiempo pasé más rápido. Imagino que te veo,
caminando hacia mí con tu dulce sonrisa, dulce mirada. Te agachas frente a mí y
acaricias con tus dedos el largo de mi brazo. Mi cuerpo despierta de aquel
poderoso letargo con un estremecimiento y mi corazón comienza a golpear con
fuerza mi pecho, porque le encantas tanto como a mí. Dos de tus dedos alzan con
cuidado mi barbilla, pues sabes que estoy débil. Dices mi nombre y me besas
profundamente. Yo sonrío, había esperado tanto eso… al separarte comienzas a
susurrar con ternura todas las cosas que te gustan de mí, mientras me pides que
no deje de mirarte a los ojos. Me desatas y puedo abrazarte, te aprieto contra
mí con el resto de mis fuerzas, el perfume de tu cuello me embriaga
placenteramente. Te deseo de todas las maneras posibles. Deseo que te quedes
conmigo. Mis piernas rodean tu cintura y tú, delicadamente, acaricias las mayas
negras que las cubren. Me siento completa por que se que me amas…
Abro los ojos en cuanto escucho que la puerta se
abre. Sonrío ampliamente, pues parece como si mis pensamientos te hubieran
invocado. Me enderezo con todo el cuidado posible y recargó uno de mis hombros
en la sucia pared, mientras te recibo con un rostro lleno de felicidad. Mis
atadas manos caen sobre mi regazo y te miro con expectación. Estoy queriendo
que ya te encuentres a mi lado.
Te agachas, como siempre, y quedas frente a mí. Me
miras como si no me conocieras y mi sonrisa se encoje un poco, no sé si te está
pasando algo. Ansiosa por la lejanía, alzo la barbilla e intento besarte, pero
me apartas tan bruscamente que me golpeo contra la pared. Te miro, sin saber
que sucede, tú solo te acercas y me desatas. Me lastimas, no puedo evitar gemir
de dolor mientras miro como la sangre seca de mis muñecas es cubierta por
sangre nueva. A ti no te preocupa y continúas con mis pies. Después, me tomas
del codo para ponerme bruscamente de pie. Me siento mareada y débil, pero un
atisbo de esperanza se asoma para mí cuando comprendo que por fin vas a sacarme
de ése lugar. Por fin aceptaras lo que sientes. No tendría que esconderme más.
Algunas lágrimas de emoción bordearon mis ojos y
sonreí aún más conforme nos acercábamos a la puerta, no podía creer que
estuviera sucediendo. Lo único que me importaba era estar contigo.
La puerta se abrió y yo fui empujada al suelo. Caí
sobre mis manos, pero aún así todo el cuerpo me dolió. La cantidad de luz me
dejó ciega por un momento. Desesperada te busqué, mientras parpadeaba para
deshacerme de las lágrimas. Seguías en el marco de la puerta, mirándome con una
mezcla de lástima y odio.
– No entiendo – susurré en voz muy baja
–
Debes irte. Estoy con alguien más
Mientras mi corazón gritaba de dolor, yo me quedé
muda. Mi respiración se entrecortó y un montón de lágrimas se agolparon en mis
ojos. ¿Cómo pasó? ¿Por qué? ¿Cuándo dejaste de quererme? Miré las heridas de mi
cuerpo, incrédula. Me consumiste por completo y ahora, inservible, me dejas
como a una muñeca rota. No entiendo nada ¿Quién es ella? ¿Por qué ella? El
pecho me arde, quiero desgarrarlo.
–
Eres libre
– ¿Libre? Preferiría pasar el resto de mi
vida atada de manos que imaginarte besando a otra. No me cambies. Por favor. No
me dejes. Soy tuya.
– Adiós
– Pero – la puerta del lugar donde había
vivido los últimos años se cerró en mi cara. Él la cerró – yo te amo…
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)